Wicked, la primera bruja
Repasamos la intrahistoria y construcción de la bruja más malvada a propósito del estreno de "Wicked".
La malvada bruja del oeste (the Wicked Witch of the West) es el personaje malvado femenino por antonomasia, la maldad que planea en el mundo lleno de colores, zapatos brillantes, brujas buenas y animales parlantes que hay más allá del arcoiris (“Somewhere over the Rainbow”). Una bruja con atuendo negro y sombrero de pico, viva imagen de aquellas que pueblan los cuentos y pesadillas de nuestra infancia. Ella es tan mala, que no solo es fea, vieja o tiene una verruga: es verde, verde de ira, de odio y de maldad.
La construcción de la maldad tiene que ver, como todo, con el contexto histórico y cultural en que se crea. En el libro de “El maravilloso mundo de Oz” (1900), de Lyman Frank Baum, la bruja solo era fea, fue en la adaptación al cine de Victor Fleming de 1939, cuando la caracterizaron de verde. Metáfora poco sutil de esa maldad que posee, siendo esta la representación que ha quedado en el imaginario colectivo. Llega, además, poco después del estreno de “Blancanieves” (1937), primer largometraje de animación 2D de Disney (y de la historia), que también presenta una imagen de la bruja mala potente y conocida: vieja vestida de negro con verruga que engaña a la protagonista con una manzana roja y apetecible.
En 1995 Gregory Maguire publica “Wicked: Memorias de una bruja mala” y es entonces cuando le da nombre: Elphaba. Los nombres en la vida son necesarios y, en los productos culturales, humanizan. Un personaje con nombre tiene identidad, se puede contar su historia. La historia de Elphaba llega no por casualidad en un momento histórico mucho más individualista, contemporáneo a todos los relatos televisivos de hombres malos pero con corazón (Tony Soprano, Don Draper), que sirve para contar cómo una pobre niña que nace verde sufre bullying toda la vida y se convierte en una defensora de la otredad (animales que tienen alma), cristalizando paralelamente en la idea de la maldad para toda una comunidad (el mundo de Oz).
Wicked se convirtió en un musical en 2003 con canciones de Stephen Schwartz, libreto de Winnie Holzman y con el subtítulo “La historia jamás contada de las brujas de Oz”. El musical llega ya en la cuarta ola del feminismo, donde conocer cómo LA MALA tenía corazón era sociológicamente no solo posible, sino también algo atractivo. Idina Menzel ganó el Tony en 2004 en general por su Elphaba y en concreto por esa barbaridad que es “Defying Gravity”. Como canción y por lo que cuenta, momento en el que es consciente de que tiene un poder que desafía todos los límites y que va a utilizarlo para hacer el bien, para ayudar a los desfavorecidos, consciente también de que con ello se convierte en la mala de la historia. En su discurso de agradecimiento Menzel dijo “estoy tan orgullosa de estar en un musical que celebra a las mujeres, su fuerza y sus diferencias. Gracias por darle a esta chica verde un corazón”.
“Wicked: The Musical” es una de las obras que más tiempo lleva en escena en Broadway y se convierte ahora, 20 años después, en una película, la primera parte de la historia de Elphaba, afirmando que ha pasado a formar parte de la cultura popular. Dirigida por Jon M. Chu con guion de Schwartz y Holzman, es una película que habla del diferente en todos los aspectos, una niña verde, un animal que habla, una niña que “tiene que” ser perfecta. Ariana Grande-Butera es una Glinda increíble, divertidísima, homenaje a todas las Chicas Malas y populares del instituto; Elphaba es Cynthia Erivo, por fin una actriz negra para interpretar a este personaje marginado por el color de su piel, comedida en su papel de chica buena y rarita, homenaje a Lydia, Miércoles y todas las weirdos de los 90.
El personaje de Wicked es una de las primeras historias de iniciación de personaje malvado femenino, de conocer sus pensamientos y sentimientos y por qué no es mala, o no tanto, como el constructo nos ha hecho creer. Ella llegó mucho antes que Maléfica, Cruella o la Bruja Escarlata. Ella abrió la veda para humanizar a nuestras malas de cuento.